Si bien para el colectivo, todo lo que no se puede lograr con los estudiantes en las Instituciones Educativas es responsabilidad casi única y exclusivamente de la escuela (por ejemplo si un joven se droga o forma parte de una pandilla juvenil es porque la escuela no enseña y forma en valores humanos, o si este no consigue incorporarse al mundo del trabajo es porque la escuela no sabe formarlos para el trabajo), es menester recordarles sobre todo a escasos días de celebrarse el día del maestro que aun reconociendo que la calidad ofrecida en las Instituciones Educativas sobre todo públicas no es de lo mejor, existe al respecto responsabilidad compartida.
Somos conscientes que el profesor desempeña una labor importante y delicada en la formación del futuro ciudadano, por lo que debería incorporar para si todos los conocimientos científicos, pedagógicos y didácticos para optimizar su labor y garantizar procesos pedagógicos coherentes a la necesidad y realidad de los estudiantes, permitiendo establecer situaciones de aprendizaje en busca del logro de capacidades. Pero también sabemos que el esfuerzo personal y unilateral nunca tiene resultados, más aún, cuando se trata de buscar alternativas a la crisis educativa.
Además, no hay que olvidar que la crisis educativa actual no es exclusivo patrimonio de nuestra realidad, esta tiene connotación mundial y somos parte de ella, tal vez con la particularidad de que la falta de articulación de los diferentes sectores y actores sociales nutre su acentuación. Por ello, urge establecer mecanismos que garanticen de algún modo, que lo que en la escuela se construya con esfuerzo no sea destruido por la absorbente masa social cuya inexplicable displicencia no permite entender que si queremos revertir este escenario educativo tenemos que todos poner el hombro.
En este escenario, sólo queda desterrar la mediocridad buscando hacer realidad la muchas veces invocada calidad educativa y si para Philip B. Crosby (un influyente pensador norteamericano) “la calidad no cuesta. No es un regalo, pero es gratuita”, para nosotros, la calidad educativa no cuesta, pero tampoco es gratis.
Decimos que no cuesta, porque está en la voluntad de cada uno el asumir compromisos para ser mejores profesores, mejores estudiantes, padres de familia, ciudadanos, autoridades etc. Sin embargo, decimos también que tampoco es gratis, puesto que hacer bien las cosas, es cierto no cuesta; pero implementar cambios sostenibles que garanticen la calidad educativa y por lo tanto la formación de un nuevo hombre, no sólo pasa por la voluntad de los docentes, necesita sobre todo asegurar la distribución responsable y democrática de los presupuestos en sectores clave como el sector educación, no nos olvidemos (por citar sólo un ejemplo) que los docentes peruanos tienen la remuneración más baja de América latina, cercanas a las de los colegas ecuatorianos y bolivianos.